Junk food, ese es el término original que traducido al español significa comida basura o comida chatarra, este último más usado en países de latinoamérica. El término hace referencia básicamente a comidas con muchos azúcares, altos niveles de grasas, de sal y de aditivos. Este es el cóctel molotov que hace que tu organismo sienta adicción por este tipo de comidas que además no aportan ningún tipo de nutrientes a nuestro organismo.
Seguimos consumiéndolas porque crean una adicción en nosotros. Y además por su precio. Si ir a un buen restaurante puede costarte un riñón, ir a un establecimiento de comida rápida y basura aparentemente es mucho más rentable. Y digo aparente porque a largo plazo esa apariencia se vuelve muy perjudicial. La comida basura se compone básicamente de tres cosas: azúcar, grasas y sal. Cada una provoca algo en nuestro cuerpo y juntas crean que no seamos capaces de resistirnos a una hamburguesa o a un perrito caliente. Comida basura: qué daños nos provoca
Grasas trans: De estas grasas os hablaré en un próximo post. Estas grasas también producen placer y que sean tan irresistibles parece deberse a que producen en nuestro cuerpo efectos similares a los del cannabis o marihuana. Consumir grasas hace que nuestro cuerpo genere de manera natural endocannabinoides, que podrían generar no sólo euforia, sino también más necesidad de consumir grasas. Sal:Su funcionamiento es similar al del azúcar: activa el sistema de recompensa cerebral que implica la liberación de dopamina. Es el mismo sistema que sigue la cocaína, cuyo nivel de adicción se asemeja con el de la sal. Según la OMS la cantidad recomendada de sal es de 5 gramos al día, mientras que la ingesta en España es de 9’9 gramos, de acuerdo con los datos proporcionados por la Fundación Española de Nutrición, casi se duplican las recomendaciones sanitarias. Además de estos ingredientes, en la comida basura destacan los aceites vegetales refinados, de girasol, de maíz, etc. Son aceites que tienen poco valor nutritivo y que nos pueden hacer daño. Creemos que hay alimentos que son sanos y viceversa y caemos en el error de no saber realmente qué es bueno y saludable y qué no. El pollo es sano, sí, pero el pollo ecológico; el que venden en cualquier supermecado no lo es. Os animamos a todos a que probéis a dejar el azúcar y notaréis los cambios.
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Autores:Beatriz de la Fuente Archivos
Enero 2018
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